Propiedad de Helene Ruiz, RedBubble. |
Los reflejos en su
cabello brillaban por la luz de la luna que iluminaba la habitación. Se sentó
en la cama, agobiado, extasiado; había soñado muchas veces con aquel momento,
sin embargo nada era como lo había imaginado.
Las discusiones con
su esposa lo habían perturbado a tal punto que había ideado un plan para terminar
con su nueva carcelera. Él nunca se hubiera imaginado que tras ésos 8 años de cárcel
todo habría cambiado tanto y sus intentos por redirigir su vida se veían
frustrados por los ninguneos de su mujer. Que “no era hombre para ella”, decía,
“seguro había algún otro” afirmaba él.
La sangre que manchaba
el satén de su camisón había salpicado también la cabecera de la cama, sin
embargo, el portarretratos que mostraba la que había sido una pareja feliz permanecía
intacto a centímetros de su lecho. Ni
siquiera la más fugitiva gota de sangre hubiera osado manchar aquel inmaculado
objeto.
Su cabeza permanecía
de costado sobre las sábanas frías, en su cara había una mueca de odio y
desesperación enfatizada por las sombras duras del ambiente. Permanecía el encanto
en sus ojos, sólo que ahora transmitían un enojo que instigaba a pensar que siempre
había sido consiente de aquel atentado a su porvenir. Él la miró y recordó los
buenos momentos, esos ojos que tanto le habían gustado hoy eran los que lo
instigaban a salir rápidamente del cuarto.
Posible postal de Carlos Moyano, de 41 años, quien cumplía
con una libertad condicional tras haber pasado la mitad de una pena de 16 años
de prisión por su participación en un secuestro extorsivo cometido en 2004. Dio
muerte a su esposa Silvina, muerta de varias puñaladas sobre su cama
matrimonial.
Galeria: Caso Taddei |
Desde la muerte de Wanda se dio inicio a una nueva modalidad
de feminicidio: la muerte por fuego. Estos episodios muestran preocupante
salvajismo por parte de los atacantes, si bien algunas víctimas pueden no
encontrar la muerte por quemaduras, no hay que minimizar lo que significa
para el agresor el uso de ese elemento; que establece una conexión física
entre él y su mártir. Es el destierro del propio cuerpo para la víctima,
explicitando la soberanía del criminal con marcas permanentes en la propia piel. Es un
comportamiento cargado de rencor y odio.
No es casual que dos de los métodos más utilizados sean el
fuego y las armas blancas. Son elementos de contacto, que demuestran
ensañamiento, brutalidad y un retorcido arrebatamiento de furia. El doctor
Hugo Raffo psicólogo forense explica que aquellos comportamientos permanecen
pasivos o latentes hasta que gracias a vivir cotidianamente en crisis se genera
“una situación de stress y en ese momento, la pasividad se rompe, estalla y
aterriza con violencia”
Es de crucial importancia establecer que las personas con
trastornos de personalidad tienen una clara consciencia y percepción de la realidad,
a pesar de que no tienen consciencia de su trastorno. Por eso se les considera con
control voluntario sobre sus conductas y por tanto, responsables de las mismas,
lo cual los hace imputables cuando cometen cualquier delito.
Teniendo esto en claro es aún más sorprendente la capacidad
dañina que poseen ciertos individuos para atentar contra las personas que los
rodean. Es decir que los arrebatos violentos son totalmente consientes y por lo
tanto el agresor tiene capacidad de controlarse pero decide no hacerlo. El sólo
hecho de sentir que en su cabeza está la inmerecida decisión de vida/muerte de
otra persona ya resulta de una perversidad desagradable.Todo se resume a los límites y a quien está dispuesto a cruzarlos.
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