jueves, 23 de mayo de 2013

La maté porque era mía.

Propiedad de Helene Ruiz, RedBubble.
Los reflejos en su cabello brillaban por la luz de la luna que iluminaba la habitación. Se sentó en la cama, agobiado, extasiado; había soñado muchas veces con aquel momento, sin embargo nada era como lo había imaginado.
Las discusiones con su esposa lo habían perturbado a tal punto que había ideado un plan para terminar con su nueva carcelera. Él nunca se hubiera imaginado que tras ésos 8 años de cárcel todo habría cambiado tanto y sus intentos por redirigir su vida se veían frustrados por los ninguneos de su mujer. Que “no era hombre para ella”, decía, “seguro había algún otro” afirmaba él.
La sangre que manchaba el satén de su camisón había salpicado también la cabecera de la cama, sin embargo, el portarretratos que mostraba la que había sido una pareja feliz permanecía intacto a centímetros de su lecho.  Ni siquiera la más fugitiva gota de sangre hubiera osado manchar aquel inmaculado objeto.
Su cabeza permanecía de costado sobre las sábanas frías, en su cara había una mueca de odio y desesperación enfatizada por las sombras duras del ambiente. Permanecía el encanto en sus ojos, sólo que ahora transmitían un enojo que instigaba a pensar que siempre había sido consiente de aquel atentado a su porvenir. Él la miró y recordó los buenos momentos, esos ojos que tanto le habían gustado hoy eran los que lo instigaban a salir rápidamente del cuarto.
    Posible postal de Carlos Moyano, de 41 años, quien cumplía con una libertad condicional tras haber pasado la mitad de una pena de 16 años de prisión por su participación en un secuestro extorsivo cometido en 2004. Dio muerte a su esposa Silvina, muerta de varias puñaladas sobre su cama matrimonial.
Galeria: Caso Taddei
    Carlos no es un caso aislado. Vale recordar cuando en nuestro país el 10 de febrero de 2010 Wanda Taddei fue quemada con alcohol por Eduardo Vázquez, su marido y el ex baterista del grupo de rock Callejeros. Al cabo de 10 días agonizantes la victima encontró la muerte. Fue un caso emblemático y detonante: emblemático por la cantidad de veces en las que se hizo referencia a él en los medios y detonante porque fue el primero de una  aterradora ola de ejemplos brutales de feminicidio en los que el fuego era denominador común.
    Desde la muerte de Wanda se dio inicio a una nueva modalidad de feminicidio: la muerte por fuego. Estos episodios muestran preocupante salvajismo por parte de los atacantes, si bien algunas víctimas pueden no encontrar la muerte por quemaduras, no hay que minimizar lo que significa para el agresor el uso de ese elemento; que establece una conexión física entre él y su mártir. Es el destierro del propio cuerpo para la víctima, explicitando la soberanía del criminal con marcas permanentes en la propia piel. Es un comportamiento cargado de rencor y odio.
    No es casual que dos de los métodos más utilizados sean el fuego y las armas blancas. Son elementos de contacto, que demuestran ensañamiento, brutalidad y un retorcido arrebatamiento de furia. El doctor Hugo Raffo psicólogo forense explica que aquellos comportamientos permanecen pasivos o latentes hasta que gracias a vivir cotidianamente en crisis se genera “una situación de stress y en ese momento, la pasividad se rompe, estalla y aterriza con violencia”
    Es de crucial importancia establecer que las personas con trastornos de personalidad tienen una clara consciencia y percepción de la realidad, a pesar de que no tienen consciencia de su trastorno. Por eso se les considera con control voluntario sobre sus conductas y por tanto, responsables de las mismas, lo cual los hace imputables cuando cometen cualquier delito.
    Teniendo esto en claro es aún más sorprendente la capacidad dañina que poseen ciertos individuos para atentar contra las personas que los rodean. Es decir que los arrebatos violentos son totalmente consientes y por lo tanto el agresor tiene capacidad de controlarse pero decide no hacerlo. El sólo hecho de sentir que en su cabeza está la inmerecida decisión de vida/muerte de otra persona ya resulta de una perversidad desagradable.Todo se resume a los límites y a quien está dispuesto a cruzarlos.


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