jueves, 27 de junio de 2013

Ricardo Barreda: historia de una masacre.

“Supongo que he sido yo. Intuyo que las maté yo porque éramos cinco en la casa y de pronto me encontré con cuatro cadáveres”                       
                                                                Ricardo Barreda

Matar a toda su familia lo convirtió en un emblema. Un ícono del crimen en nuestro país. No sólo es símbolo de la lucha entre el machismo y el feminismo. Permanece hoy como una morbosa celebridad. Unos lo desprecian. Otros lo creen una especie de ídolo y lo alaban por haber acabado con su suegra. Al margen de su fama, hoy recobró la libertad, veranea en Salsipuedes y hasta dejó de recibir ayuda psicológica.
Ya pasaron más de 20 años desde que un aparentemente tranquilo odontólogo que vivía en La Plata se convirtió en asesino. Homicidio calificado por el vínculo se rotuló su causa. El detonante de todo, una palabra: "Conchita". Palabra con la que la conspiración femenina que había en su casa lo hostigaba a diario. Hasta que se cansó, estalló, dice. Si es verdad, ya no importa, porque de todas formas goza el beneficio de que sólo su versión pudo sobrevivir.
Aquel domingo 15 de noviembre la mañana le pisaba los talones a la hora del almuerzo. El sol brillaba en lo alto sin que nadie sospechara lo que ocuriría más tarde. Las tres mujeres de la casa habían almorzado solas, como de costumbre. La indiferencia era moneda corriente en esa casa.
Hizo la primera carga, guardó otros cartuchos en su bolsillo y dio rienda suelta a la masacre. De repente el silencio se quebró por el sonido sordo de dos disparos. La presión firme del dedo contra el gatillo era ejercida por Ricardo Barreda. Luego de dar muerte a su mujer la escopeta Sarrasqueta apuntó a su hija menor Adriana, a su primogénita Cecilia y a su suegra Elena. Nueve estallidos en total, cuatro muertes.
Recogió los cartuchos, vistió la escena de asalto y salió en su Ford Falcon. Desechó los casquilloss en una boca de tormenta y arrojó la escopeta en el arroyo de Punta Lara. En busca de alivio, visitó a una amiga y le confesó el crimen. Fue al zoológico a ver a los elefantes y a las jirafas que, se conoció más tarde, lo relajaban. El cementerio era ritual de todos los domingos, se acordaba de sus padres y conversaba largos monólogos con ellos. Su amante Hilda lo vió después, estuvieron media tarde en un hotel alojamiento. El reloj rozaba las 23 cuando completó su plan con un llamado a emergencias. “Están todas muertas” dice.
Angel Petti, el comisario a cargo de tomar la declaración de Barreda como testigo; sospechó  desde un principio de su culpabilidad y le tendió una trampa. Le mostró el Código Penal, abierto en el artículo 34, que fija la inimputabilidad por locura. Fue entonces cuando Barreda se confió y confesó. Aquel mismo artículo fue el que usó la defensa en el caso para declarar inimputable al acusado. Finalmente se decidió que era imputable porque según detalla la causa “no se encuentran satisfechos los criterios diagnósticos de trastorno mental de tal magnitud que hubiera impedido a Ricardo Barreda, en el momento de sus hechos, comprender la criminalidad de sus hechos o dirigir sus acciones”
Toda la cronología también se encuentra en un multimedial que hizo Perfil en conmemoración de los 20 años de la masacre.



Repercusiones.

Si bien la masacre dista mucho de los tiempos actuales, no deja de llamar la atención la vida que ha llevado ésta persona que destruyó su familia, que judicialmente pagó por ello y que hoy comparte su libertad con una cónyuge llamada Berta.
Será por eso que el periodista y escritor, Rodolfo Palacios (que también escribió un libro sobre el ángel negro), detalla pormenores de la vida íntima del dentista en su nuevo libro "Conchita, el hombre que no amaba a las mujeres".
Al lado de la literatura, la música no se hizo de rogar. Son tres las canciones dedicadas a Ricardo Barreda: “Barreda´s way” por Ataque 77, “Cumbia del odontólogo” por Sometidos por Morgan y “Milonga para Barreda” por Horacio Fontova.
También, existen grupos en Facebook que abalan el accionar del homicida. Páginas de fans que suman a miles de personas, grupos que piden que el torneo Apertura de fútbol lleve su nombre. Inclusive en sitios como Mercado Libre, se consigue merchandising de Barreda con su imagen o su nombre.

   


¿Víctima o Victimario?

A la hora de establecer un perfil de la persona que fue, es y será Ricardo Barreda es cuando sobran las voces.
En dos entrevistas realizadas por éste blog a dos psiquiatras diferentes podemos encontrar respuestas que varían en cuanto al mismo eje: “¿Es posible que una persona tranquila se torne violenta a raíz de una situación determinada y aún así no padezca un trastorno?”
El fundador y director de la Fundación Tranqui Nicolás García Galván contestó que sí, que una persona puede reaccionar en forma violenta y tener episodios explosivos intermitentes ante una situación de estrés, y que son justamente aquellas situaciones las que debemos evitar.
Cuando respondió la doctora Leticia López Maniardi psiquiatra especializada en la terapia psicoanalítica nos explicó que “la persona que es tranquila va a tratar de hablar, para eso el ser humano tiene la palabra”. También agregó que el comportamiento violento “puede ser esporádico, por supuesto no reaccionan de la misma forma siempre. A veces pueden parecer pacíficos pero siempre mantienen algo de violencia, aunque sea sólo verbal.”
En todas las entrevistas a Barreda se posiciona como un hombre débil, acorralado por el hostigamiento cruel que su familia le propinaba. “Yo estaba pasando un período depresivo muy hondo, desde hacía varios años. Pedí ayuda a mi mujer a ver si se podían suavizar un poco las cosas, pero no encontré respuesta de ninguna especie. Nunca había tiempo para eso. Sabía que me hacía mal y lo dejaba. Es decir, yo quería hablar y cuando iba para el fondo a lavar un pañuelito, ella salía para el otro lado. Eran todas actitudes escapistas que me hacían mal y mi esposa insistía. Eso va generando resentimiento.” Dijo en 2000 a una entrevista de Clarín.
Sin embargo existen otras versiones generadas por los peritos y conocidos a la familia que derriban en cierta forma aquél papel de víctima que él intenta establecer.
Alejandra Peralta Calvo por ejemplo, amiga de la hija menor del homicida refuta los dichos afirmando “Barreda era un padre ausente. Nunca llevó a sus hijas al colegio y no apareció por la escuela en toda la primaria. Las chicas nunca hablaban de él: ni bien ni mal (…) Eran mujeres educadas. En esa casa nunca se decía una mala palabra. Me resulta imposible pensar que alguna de ellas haya pronunciado la palabra ‘Conchita’ (como aseguró el dentista que lo llamaba despectivamente su familia). Eso fue todo un invento”, dice a Clarín.
En la misma entrevista Silvia Díaz de la Sota, amiga y compañera de viajes de Cecilia (la hija mayor). “A las cinco de la tarde en punto servían té con scones. Tenían un estilo muy británico. Barreda pasaba por el living pero nunca se involucraba. Hacía su vida. Parecía que no era de la familia”.
En declaraciones a radio 10 sobre la situación psíquica actual de Barreda el perito psiquiatra que más participó en la causa, Miguel Maldonado, sostuvo que "Barreda hoy es un pobre viejito. No tiene el vigor físico ni psíquico de aquel momento para cometer un hecho similar".
También relató que "él pretendía erigirse en el jefe de familia, y en realidad hace tiempo que había perdido el liderazgo, en gran parte por sus inconductas. Era bastante afecto a tener novias, incluso estando casado (...) En una oportunidad, que fue un hecho histórico, él fue con una novia ocasional a una función en el Teatro Argentino de La Plata, sabiendo que su esposa e hijas iban a ir y lo iban a ver. Él quería recuperar el rol del pater familia de ese núcleo, que estaba perdido irremisiblemente. (…) En aquel momento las dos hijas, la madre y la suegra habían hecho un bloque, lo trataban con manifiesta frialdad, pero él lo tomaba como una agresión. Entonces llegó un momento en que dijo o ellas o yo. O me matan ellas o las mato yo", finalizó.
El escritor del libro “Conchita”, Rodolfo Palacios, llegó a conocer a fondo a aquel asesino (o a lo que después del camino quedó de él)”Es un tipo a la vez angustiado y liberado. Porque él siente esa angustia, pero a la vez, haber eliminado a esas mujeres para él fue una liberación. Él se equilibra a través del crimen. Cuando lo quisieron declarar inimputable, le dijeron: "usted tiene que decir que está loco". Él dijo: "No, yo no estoy loco"”.
En esa entrevista a La Nación el periodista también habló de la curiosa relación entre Barreda y Berta “Miguel Maldonado [perito psiquiatra] dice que Berta está en peligro. Yo no creo. Pero también me pregunto por qué está con Barreda. Con ese maltrato. Porque tal vez es el maltrato que puede haber en cualquier matrimonio de 20 años, pero es maltrato al fin. Quizá peor que el maltrato físico o igual.
Hay una escena en este libro en que Berta está contando que un preso se murió en sus brazos y se larga a llorar. Y Barreda está concentrado en el sushi que está comiendo, en qué corno tiene el sushi. No le importa lo que está diciendo Berta. Eso es muy fuerte. Berta va a lo profundo y Barreda a lo superficial y no le importa. Jamás vi que se dieran un beso.”
En diciembre de 2012 los peritos tomaron la determinación de que Ricardo Barreda ya no necesitaba ayuda psicológica obligatoria. En defensa a aquel argumento, cuando los medios entrevistaron al juez de ejecución, Raúl Dalto, en base a los informes médicos dijo "La situación de pareja de Barreda y la señora Berta André ha mejorado ostensiblemente, no presentando situaciones conflictivas que hicieran temer por manifestaciones de violencia entre ambos, tal como sucedía cuando ese Tribunal estableció, preventivamente en abril de 2009 (la obligatoriedad del tratamiento psicológico)".




Entrevista a Barreda 
Publicada en Diario "Clarín", 13/08/2000  (Fabián Debesa/Mónica Galmarini)

-¿Está arrepentido?
-Exacto. Sí. No sé qué puede pensar la sociedad. Pero yo no me lo perdono. En aquel momento hubo una alteración profunda de mi parte afectiva que me llevó a actuar de esa manera.
-¿Lo volvería a hacer?
-En absoluto. No hubiera hecho nada. Hubiera dejado las cosas como estaban. Me hubiera ido, como otras veces, a dar una vuelta por ahí.
-Entonces ¿por qué en el juicio usted declaró que no se arrepentía?
-En el juicio mis abogados me dijeron que la postura era ésa y que no había que cambiarla. La acepté contra mi voluntad, pero me sentía muy mal.
-¿Siente culpa?
-En todo momento. Todo el tiempo tengo razonamientos. Estoy estudiando (quiere ser abogado) y de pronto me doy cuenta de que no estoy concentrado. Es porque tengo recuerdos que impiden la concentración. Veo la imagen de mis hijas cuando eran chicas.
-¿Piensa en su esposa y en su suegra?
Barreda hace una pausa de varios segundos. Se hace un silencio incómodo. Le da la última pitada al enésimo cigarrillo, lo apaga con delicadeza y responde.
-Sí. Y sí... pienso en todo. Pienso que si hubiera habido un poco.... Yo estaba pasando un período depresivo muy hondo, desde hacía varios años. Pedí ayuda a mi mujer a ver si se podían suavizar un poco las cosas, pero no encontré respuesta de ninguna especie. Nunca había tiempo para eso. Sabía que me hacía mal y lo dejaba. Es decir, yo quería hablar y cuando iba para el fondo a lavar un pañuelito, ella salía para el otro lado. Eran todas actitudes escapistas que me hacían mal y mi esposa insistía. Eso va generando resentimiento.
-¿Pero usted acepta su responsabilidad?
-Reconozco que tal vez haya sido demasiado bueno o las haya querido demasiado a todas. Yo a mi mujer siempre la quise, de mis hijas ni hablar.
-Pero usted las asesinó...
-Las chicas fueron cambiando. En casa había una especie de matriarcado. Y la orquestadora de todo era la madre de mi mujer. Una persona de carácter fuerte, entrometida. Muchas veces propuse: "Somos una familia enferma y creo que sería conveniente ver a alguien que nos ayude". Pero la respuesta era: "No, andá vos, que sos el loco".
-¿Ese recuerdo lo mortifica?
-Y... por momentos, sí. Porque pienso que todo se pudo haber evitado.
-¿Cómo?
-Con un poco de comprensión, con un poco de apoyo de parte de ellas, la tragedia se hubiese evitado.
Los recuerdos no parecen incomodarlo. Enseguida, cambia de tema y cuenta que recibe un "muy buen trato" en la cárcel. Tiene un legajo sin manchas. Su calificación es: "Ejemplar 10, reiterado".
Barreda reparte sus días entre el trabajo administrativo en los talleres y las horas que dedica al estudio de la carrera de Abogacía. En diciembre rindió su materia número 14. Y también se hizo tiempo para buscar nuevos afectos. "Me considero capaz de reiniciar una vida familiar. Ya encontré una pareja", suelta.
-¿Cómo la conoció?
-Hace tiempo empezamos una relación por carta, y ahora me viene a ver. Ella visitaba a un interno y este hombre una vez le dijo: "Te voy a presentar a un compañero". A los dos meses, recibí su primera carta, empezamos a escribirnos y se fue estableciendo un vínculo.
-¿Qué le aportó esta mujer?
-Comprensión, apoyo. Diálogo. Todo lo que me faltaba en mi relación anterior.
-¿Conserva algo de sus hijas?
-Lo único que encontré dentro de una agendita de direcciones es una foto de mi hija más grande, Cecilia, y yo, cuando era chiquita. La tengo alzada sobre mis rodillas. No tengo más porque luego del crimen no volví a casa. Pero tengo el recuerdo de la mente, que es más importante.
-¿Qué haría primero si saliera libre?
-Les llevaría flores a mis dos hijas al cementerio".


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